ESPEJOS AL FINAL DEL LABERINTO
ESPEJOS AL FINAL DEL LABERINTO El libro Acido había sido un éxito mundial y ahora era un escritor famoso. Me habían invitado a un programa de show televisivo, de esos que son estúpidos, muy estúpidos. Estaba yo allí sentado, tirado en el sillón mirando a los bailarines que practicaban lo que en un rato harían en vivo. Los hombres usaban pantalones muy ajustados y sus remeras dejaban ver las formas perfectas de sus músculos. Las jóvenes usaban polleras muy cortas que dejaban ver sus nalgas cuando giraban y sus escotes los enormes senos de silicona barata. Saltaban, daban vueltas, se movían como aves en un acto pre sexual. Hacía poco que había sacado mi libro y tuvo tanta venta y aceptación que ahora era un reconocido escritor en el mundo entero. Saqué un habano y lo encendí, tiré el humo sobre los cuerpos de los bailarines y perdieron el ritmo sacudiendo los brazos y tosiendo. El que los dirigía se enojó con ellos. Me miró y me pidió que apagara el habano. Era afeminado y